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Museo Veredal


Museo Veredal
"Camino del Recuerdo"




El primer Museo Veredal de Colombia, situado en Juntas, a 12 kilómetros de Ibagué, lo hizo un ex seminarista. Angel Alberto Lozano, con la insistencia de una hormiga arriera, tiene hasta el momento 2.517 piezas antológicas del entorno campesino recopiladas. Lo inició con obras del siglo pasado que pertenecían a su abuela, Martina Ruiz Salazar, quien murió en 1989 a la edad de 122 años. Fue ella, junto con Camilo Londoño y Martín Restrepo, la fundadora de los asentamientos en el legendario cañón del Combeima. Los tres colonizaron una tierra que daba la impresión de un paraíso perdido en las goteras de Ibagué.

 


Camino del Recuerdo
es el nombre de este museo. Una casa de ladrillo prensado con la que el viajero tropieza cuando va rumbo al Nevado del Tolima. Banderas de Colombia, del departamento y de la obra social Niño Pobre que él fundara en 1975, adornan la entrada junto a un arado antiguo, piedras de indios pijaos, un calentador de cobre de los años treinta, dos antiguas máquinas de bronce para fumigar y un enorme pilón para el ritual mañanero de la hechura de arepas.

El tiempo parece detenido en relojes de bolsillo, tipo Ferrocarril de Antioquia, con sus infaltables leontinas, los de cuerda, péndulo y Jawacos que están como congelados al lado de añejos cofres de madera, bronce y plata que al abrirlos guardan botones de carey, cartuchos de agujas y dedales de bronce o esmaltados.


 
Entre tanto chéchere surgen, apeñuscadas, vajillas del siglo pasado, escopetas utilizadas en la Guerra de los Mil Días, aperos de dos cachos con su estribo de bronce que reconstruyen la imagen de mujeres de la época luciendo sus trajes para bailar cancán. Las pintas de la época también tiene espacio en este recinto de cachivaches. Pavas y gorros con lentejuelas, anillos de oro, collares de murano y prendedores de estaño con piedras preciosas recuerdan la elegancia pasada. Lo mismo sucede con las jarras de plata, los muebles Luis XV y hasta con las bacinillas con tapa que conforman un cuadro del ayer.

Están también los carrieles, bandejas donde molían el oro o el maíz, planchas rusas de 1400 hasta las de carbón o las eléctricas, puntillas de doscientos años, dagas en bronce de 1850, espadas de acero y cuchillos con cacha de carey.

La vida cotidiana se ve reflejada en utensilios sin vida, como ceniceros martillados, barberas de los peluqueros de antaño, espejos en plata y bronce, portarretratos, envases de crema Ponds en porcelana, yesquero para prender cigarrillos y la pizarra con su jis de piedra donde aún es posible escribir.

En la estrechez de los tres salones, hay sabor de campo, olor a rústico, escenografía veredal. Al fondo se ven lámparas de petróleo, A.C.P.M. o de aceite de higuerilla, fuelles caseros, azadones, picas y cañas para guaquear, reverberos de bronce, reclinatorios del siglo pasado, estuche de pelucas, teléfonos de madera hasta el más moderno. Las pesadas llaves de portones coloniales, alcancías de la otrora Caja Colombiana de Ahorros, victrolas y tocadiscos, espuelas, botellas, la famosa Piedra de Ara, máquina para desgranar maíz de 1903, descremadora de leche, descerezadora de café, canecas de hierro de cinco botellas, recuerdan una época que ya no volverá. Así mismo sucede con los vasos de cobre, jaboneras, candelabros, poltronas, almanaques, gafas, misales de 1869, una Biblia de mediados del siglo pasado, incunables de 1822 que se encuentran allí.

Recuerdos sin afán En menos de dos años, Angel Alberto Lozano, con prisas y sin pausas, logró conseguir tanta reliquia. Su desbordado amor por el terruño; su papel de guardián de la memoria del Cañón del Combeima, y su entusiasmo para motivar a los donantes, han sido las cartas de un juego grato que de la noche a la mañana él convirtió en un patrimonio cultural de los tolimenses.

Recostado en la cuja donde su abuela parió 25 hijos, el soñador hace inventario de lo que falta: una máquina de coser Singer de mano, una hamaca, estampas de santos y apóstoles venerados y los registros que EL TIEMPO hizo sobre la apocalíptica tragedia del 59.

Ir al primer Museo Veredal de Colombia en Juntas (Tolima), examinar su valiosa colección de cámaras fotográficas o las piezas precolombinas extraídas de varias guacas y ollas que datan del siglo XVI, es revivir la emoción del pretérito y sentir al final que con el tintero y la pluma antiguos, uno ha sido viajero del pasado.

 

Ibagué
Ciudad Musical